sábado, 6 de agosto de 2011

María, signo de esperanza cierta

El día 15 de agosto, en medio del verano, celebramos esta fiesta tan popular en honor de María en su misterio de la Asunción a los cielos, dogma proclamado en 1950 por Pío XII, recogiendo el sentir del pueblo cristiano y de los pastores  de la Iglesia: “ Que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial”. Esta es una fiesta con mucho arraigo que se celebra en numerosos pueblos y ciudades.
La liturgia de este día, nos recuerda el tiempo pascual, y no sin razón, porque la Asunción de María está estrechamente vinculada  a la  Resurrección de Jesucristo, a la que María ha sido asociada de una manera singular. De esta manera ella, ha sido glorificada y unida para siempre a la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte, en la que la humanidad ve cumplida la promesa realizada por Dios a los hombres; y aunque la Resurrección de Cristo es ya nuestra victoria, los creyentes anhelamos y esperamos participar de esa misma gloria.  Pidamos a Dios que nos ayude en nuestro camino hacia la patria celeste, para que como María “Lleguemos a participar con ella de su misma gloria en el cielo” .
Cristo, con su resurrección, nos ha abierto el camino de la gloria para todos aquellos que crean en Él.  Esta es nuestra aspiración última, y donde descansa nuestra esperanza, que es alentada y fortalecida por el ejemplo de María que supo orientar su vida hacia Dios, buscando que se cumpliera su voluntad.  Cada uno de nosotros estamos también llamados, a caminar en fidelidad y buscar su voluntad.  Cada uno de nosotros estamos también llamados, a caminar en fidelidad y buscar la voluntad de Dios, pidiendo con humildad a Dios “que nuestros corazones abrasados de tu amor, vivan siempre orientados hacia ti”.
Que como María, nuestra vida se convierta en un cántico de alabanza al Señor por todo lo que nos otorga cada día, reconociendo que Dios sigue haciendo obras grandes a favor de su pueblo.  Y pidamos con fe la protección de aquella que participa de modo pleno en la resurrección de Jesucristo, porque ella es abogada nuestra, ya que “la misión maternal de María hacia los hombres, de ninguna manera oscurece ni disminuye la única mediación de Cristo, sino más bien muestra su eficacia”.
Que sintamos la protección de la virgen María, que se ha convertido en signo de esperanza cierta para toda la Iglesia, pues ella es “imagen y principio de la Iglesia que ha de ser consumada en el futuro.  Pongamos nuestra vida y la de toda la Iglesia bajo su protección, porque, sin duda, “Ella es consuelo y esperanza de tu pueblo ,todavía peregrino en la tierra”.  

No hay comentarios: