miércoles, 28 de septiembre de 2011

COMPAÑEROS DE CAMINO

El 29 de septiembre celebramos la festividad de los santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael.

Sus nombres hacen referencia a sus funciones de intermediarios entre Dios y los hombres, así como ejecutores  de sus órdenes y trasmisores de sus mensajes

- El Arcángel San Miguel: Mi-ka´el, literalmente significa “¿quién cómo Dios?. San Gregorio Magno dice en una homilía sobre los Evangelios: “...Cuando se trata de alguna misión que requiere un  poder especial, es enviado Miguel, dando a entender por su actuación y por su nombre que nadie puede hacer lo que sólo Dios puede hacer. De ahí que aquel antiguo enemigo, que por su soberbia pretendió igualarse a Dios..., nos es mostrado luchando contra el arcángel Miguel, cuando al fin del mundo, será desposeído de su poder y destinado al extremo suplicio, como nos lo presenta Juan: Se trabó una batalla con el arcángel Miguel.

- El Arcángel San Gabriel:  “ Los arcángeles que anuncian cosas de gran trascendencia se llaman arcángeles. Por esto, a la Virgen María no le fue enviado un ángel cualquiera, sino el arcángel Gabriel, ya que un mensaje de tal trascendencia requería que fuese trasmitido por un ángel de la máxima categoría... A María le fue enviado Gabriel, cuyo nombre significa” Fortaleza de Dios”, porque venía a anunciar a aquel que, a pesar de su apariencia humilde había de reducir los principados y potestades. Era, pues natural que aquel que es la fortaleza de Dios anunciara la venida del que es Señor de los ejércitos y  héroe en las batallas”.( S. Gregorio Magno)

- El Arcángel San Rafael: Rafael se presenta bíblicamente como: protector y compañero en nuestro caminar(también por el camino de la vida), sanador de nuestras cegueras(también espirituales), vencedor del demonio y del mal, abogado defensor n las dificultades de la vida, intercesor ante Dios a favor nuestro. Es uno de los siete grandes ángeles presentes ante la Gloria del Señor... Pero su misión y su protagonismo aparente tienen como finalidad la expresada por él mismo al revelar su identidad: “No temáis: La paz sea con vosotros. Bendecid a Dios por siempre...”





LA ESPERANZA.

La experiencia nos demuestra  que  en muchas personas las esperanzas ocupan en sus corazones el lugar de la Esperanza.

Para el cristiano su único tesoro debe ser la amistad con el Señor y en él todas las cosas. Esto no quiere decir que no haya que tener esperanzas, no. Hay que tener esperanzas con el Señor, y con el Señor todas las cosas.
San Ignacio de Loyola plantea en el principio y fundamento de los ejercicios espirituales lo siguiente:
“ El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y mediante esto salvar su alma. Y las otras cosas sobre la haz de la tierra son creadas para el hombre y para que le ayuden en la persecución del fin para el que ha sido creado, de donde se sigue que el hombre tanto ha de usar de esas cosas creadas, cuanto le ayuden para su fin, y tanto debe quitarse de ellas cuanto la impiden el fin, por lo cual es menester hacernos indiferentes a las cosas creadas en todo lo que se concedido a la libertad de nuestro libre albedrío de tal manera que no queramos más  de nuestra parte salud que enfermedad; riqueza que pobreza; honor que deshonor; vida larga que corta, y por consiguiente en todos los demás solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce  para el fin para el que hemos sido creados.”

San Ignacio ha tamizado sus esperanzas  y las ha hecho confluir en la gran Esperanza.

Cuidado, no siendo que por desear muchas cosas estemos arrinconando la gran esperanza del cielo, la esperanza del Señor.

Si las cosas que yo deseo me sirven para ese fin último que  es la gloria de Dios en el cielo, adelante con ellas; y si no que no me duelan prendas el desprenderme de ellas.

14 y 15 S.

El origen de la fiesta de la exaltación de la Santa Cruz (que se celebra el día 14 de Sep.) tiene su origen en Jerusalén y aparece relacionado con la invención de la Cruz de Cristo. Han sido muchos los peregrinos , que movidos por la fe, arrancaron un trozo de la Cruz de Jesús,  llenando con estos fragmentos casi todo el orbe.

En España hay un lugar venerable donde se conserva el mayor trozo de la Cruz de Cristo: es el santuario de Santo Toribio de Liébana, en plenos picos de Europa. Fray Prudencio Sandoval, cronista de la orden benedictina dice que “santo Toribio trajo de Jerusalén las arcas santas llenas de reliquias con el precioso madero de la cruz de Cristo”.

La exaltación de la Santa Cruz nos invita a la acción de gracias y a la adoración: por el madero de la Cruz nos vino la salvación; en ella ha muerto por nosotros el Hijo de Dios, misterio de salvación, que lo acogemos en la fe postrados en humilde adoración. La cruz es el signo de la victoria, del amor y de la gracia porque en ella Cristo derrotó a los poderes  de este mundo: el pecado y la muerte: La Cruz nos identifica como cristianos, porque nos introduce en el destino sacrificial del Maestro. Por la muerte de Cristo en la Cruz, ésta ha pasado de instrumento de tortura y maldición en símbolo de la Redención.

El 15 de Septiembre se celebra la conmemoración de la Virgen de los Dolores, esta fiesta nos recuerda principalmente dos momentos históricos de la vida de María, asociada a su Hijo redentor, que son momentos de la historia de la salvación: la presentación que hizo de su Hijo en el templo (Lc. 2,22-35) y su presencia en el calvario cuando su Hijo moría en la Cruz.( Jn.19,25-27). María en la presentación recibe la profecía del anciano Simeón: “ una espada te traspasará el alma...” que podíamos decir que adquieren un sentido real en el Calvario, al pie de la Cruz, donde la vemos en actitud oferente: firme en la fe y en la esperanza, animada de un amor ardiente a Dios y a los hombres, y fiel en la aceptación y en el cumplimiento de la voluntad del Padre.

¡¡FELIZ CUMPLEAÑOS, VIRGEN MARÍA!!

Hoy nace una clara estrella, tan divina y celestial, que, con ser estrella, es tal,que el mismo Sol nace de ella.
¿Tú sabes a quién le han dedicado estos hermosos versos?
¡No te equivocas!, a la Santísima Virgen María, pues el 8 de septiembre celebramos en la Iglesia Católica su nacimiento. Por eso tres sentimientos llenan hoy nuestro corazón: tres sentimientos que llenan de amor el alma de un creyente al contemplar el nacimiento de María.  Fiesta de familia... Hay que acercarse a felicitarla, y... a felicitarnos todos con ella.  Es día de regocijo íntimo.  Los antiguos  cristianos de Roma, siguiendo la costumbre de sus primeros hermanos cristianos del Oriente, encendían antorchas, marchaban en procesión presididos por el papa, a la iglesia de Santa María la Mayor, mientras cantaban letanías suplicantes rebosando cariño y amor de hijos.

“Tu natividad, Virgen Madre de Dios, es anuncio de gozo para el universo mundo”, canta la Iglesia.  Alegría ecuménica universal.  Gozo para la tierra.  Nuestra redención alborea.  Pronto nacerá el Salvador.  Clarea el día.  Ha pasado la noche del pecado.  Amanece...  Una Virgen nace con promesa infalible de redención y vida para el mundo.  “Dichosa eres  Santa Virgen María y muy digna de alabanza.  De ti ha salido el sol de justicia, Cristo nuestro Dios”, corearemos con emoción en el aleluya de la misa.  Sí, tú eres la aurora que anuncia el sol; Cristo Jesús derrotará nuestra muerte y nos regalará la vida para siempre.

María, pura, íntegra, inmaculada, arrebata de Dios, todo para nosotros,  es la “omnipotencia suplicante”, no creadora.  Ella rogará y nos convertirá al amor.  Viviremos cara a Dios, y él iluminará recorridos del rudo peregrinar de cada día bajo el sol abrasador, hasta que alboree el día y el lucero del la mañana despunte en nuestros corazones” (2P 1,19). En la iglesia romana de San Andrés delle Frate, puede leerse esta inscripción “20 de enero de 1842.  Alfonso de Ratisbona  vino desde Estrasburgo.  La Virgen se le apareció.  Se arrodilló judío, se levantó cristiano.  Peregrino: lleva contigo ese piadoso recuerdo de la misericordia divina y del poder de la Santísima Virgen”.  Alfonso pide el Bautismo, deja su novia, y funda, con su hermano Teodoro, también convertido, la Congregación de la Virgen de Sión para la conversión de los judíos.  Se arrodilló judío y se levantó cristiano con sólo mirar a la Virgen.

Alegría, confianza en el natalicio de la Virgen.  Pero también imitación, ofrecimiento.  María nace para Dios, vivirá sólo para Él.  Toda, sola, siempre de Dios... “La plena entrega de sí en más alta y total generosidad”.  Si María nace hoy para Dios, la vida de un hijo suyo debe ser toda, sola y siempre para el amor.  (Fuente: P. Tomás Morales, S.J.     )

¡¡FELIZ CUMPLEAÑOS,  VIRGEN MARÍA!!

domingo, 25 de septiembre de 2011

"Yo soy la luz del mundo – vosotros sois la luz del mundo", dice el Señor.

 Querid@s jóvenes amig@s,

No son nuestros esfuerzos humanos o el progreso técnico de nuestro tiempo los que aportan luz al mundo. Una y otra vez, debemos experimentar que nuestro esfuerzo por un orden mejor y más justo tiene sus límites. El sufrimiento de los inocentes y, más aún, la muerte de cualquier hombre, producen una oscuridad impenetrable que, quizás, con nuevas experiencias, se esclarece de momento, como un rayo en la noche. Pero, al final, queda una oscuridad angustiosa.

Puede haber en nuestro entorno tiniebla y oscuridad y, sin embargo, vemos una luz: una pequeña llama, minúscula, que es más fuerte de la oscuridad, en apariencia poderosa e insuperable. Cristo, resucitado de entre los muertos, brilla en el mundo, y lo hace de la forma más clara, precisamente allí donde según el juicio humano todo parece sombrío y sin esperanza. Él ha vencido a la muerte, vive, y la fe en Él, como una pequeña luz, penetra todo lo que es oscuridad y zozobra.

Ciertamente, quien cree en Jesús no siempre ve solamente el sol en la vida, casi como si pudiera ahorrarse sufrimientos y dificultades; ahora bien, tiene siempre una luz clara que le muestra el camino hacia la vida en abundancia (cf. Jn 10, 10). Los ojos de los que creen en Cristo vislumbran aun en la noche más oscura una luz, y ven ya la claridad de un nuevo día.

La luz no se queda sola. A su alrededor se encienden otras luces. Bajo sus rayos se delinean los contornos del ambiente, de forma que podemos orientarnos. No vivimos solos en el mundo. Precisamente en las cosas importantes de la vida tenemos necesidad de otras personas. Así, en particular, no estamos solos en la fe, somos eslabones de la gran cadena de los creyentes. Ninguno llega a creer si no está sostenido por la fe de los otros y, por otra parte, con mi fe, contribuyo a confirmar a los demás en la suya. Nos ayudamos recíprocamente a ser ejemplos los unos para los otros, compartimos con los otros lo que es nuestro, nuestros pensamientos, nuestras acciones y nuestro afecto. Y nos ayudamos mutuamente a orientarnos, a discernir nuestro puesto en sociedad.

"Yo soy la luz del mundo – vosotros sois la luz del mundo", dice el Señor. Es algo misterioso y grandioso que Jesús diga lo mismo de sí y de cada uno de nosotros, es decir, "ser luz". Si creemos que Él es el Hijo de Dios, que ha sanado los enfermos y resucitado los muertos, más aún, que Él ha resucitado del sepulcro y vive verdaderamente, entonces comprendemos que Él es la luz, la fuente de toda las luces de este mundo. Nosotros, en cambio, una y otra vez experimentamos el fracaso de nuestros esfuerzos y el error personal a pesar de nuestra mejor intención.
 Sigue habiendo guerras, terror, hambre y enfermedades, pobreza extrema y represión sin piedad. E incluso aquellos que en la historia se han creído "portadores de luz", pero sin haber sido iluminados por Cristo, única luz verdadera, no han creado ciertamente paraíso terrenal alguno, sino que, por el contrario, han instaurado dictaduras y sistemas totalitarios, en los que se ha sofocado hasta la más pequeña chispa de humanidad.

Llegados a este punto, no debemos silenciar el hecho de que el mal existe. Lo vemos en tantos lugares del mundo; pero lo vemos también, y esto nos asusta, en nuestra vida. Sí, en nuestro propio corazón existe la inclinación al mal, el egoísmo, la envidia, la agresividad. Quizás, con una cierta autodisciplina, esto puede ser de algún modo controlable. Pero es más difícil con formas de mal más bien oscuras, que pueden envolvernos como una niebla difusa, como la pereza, la lentitud en querer y hacer el bien.

En la historia, algunos finos observadores han señalado frecuentemente que el daño a la Iglesia no lo provocan sus adversarios, sino los cristianos mediocres. ¿Cómo puede entonces decir Cristo que los cristianos, y también aquellos cristianos débiles y frecuentemente mediocres, son la luz del mundo? Quizás lo entendiéramos si Él gritase: ¡Convertíos! ¡Sed la luz del mundo! ¡Cambiad vuestra vida, hacedla clara y resplandeciente! ¿No debemos quizás quedar sorprendidos de que el Señor no nos dirija una llamada de atención, sino que afirme que somos la luz del mundo, que somos luminosos y que brillamos en la oscuridad?

El apóstol san Pablo, se atreve a llamar "santos" en muchas de sus cartas a sus contemporáneos, los miembros de las comunidades locales. Con ello, se subraya que todo bautizado es santificado por Dios, incluso antes de poder hacer obras buenas y actos concretos. En el Bautismo, el Señor enciende por decirlo así una luz en nuestra vida, una luz que el catecismo llama la gracia santificante. Quien conserva dicha luz, quien vive en la gracia, es ciertamente santo.

Tantas veces, se ha caricaturizado la imagen de los santos y se los ha presentado de modo distorsionado, como si ser santos significase estar fuera de la realidad, ingenuos y sin alegría. A menudo, se piensa que un santo sea aquel que lleva a cabo acciones ascéticas y morales de altísimo nivel y que precisamente por ello se puede venerar, pero nunca imitar en la propia vida. Qué equivocada y decepcionante es esta opinión. No existe algún santo, excepto la bienaventurada Virgen María, que no haya conocido el pecado y que nunca haya caído en él. Cristo no se interesa tanto por las veces que vaciláis o caéis en la vida, sino por las veces que os levantáis. No exige acciones extraordinarias, quiere, en cambio, que su luz brille en vosotros. No os llama porque sois buenos y perfectos, sino porque Él es bueno y quiere haceros amigos suyos. Sí, vosotros sois la luz del mundo, porque Jesús es vuestra luz. Vosotros sois cristianos, no porque hayáis cosas especiales y extraordinarias, sino porque Él, Cristo, es vuestra vida. Sois santos porque su gracia actúa en vosotros.

Una vela puede dar luz solamente si la llama la consume. Sería inservible si su cera no alimentase el fuego. Permitid que Cristo arda en vosotros, aun cuando ello comporte a veces sacrificio y renuncia. No temáis perder algo y quedaros al final, por así decirlo, con las manos vacías. Tened la valentía de usar vuestros talentos y dones al servicio del Reino de Dios y de entregaros vosotros mismos, como la cera de la vela, para que el Señor ilumine la oscuridad a través de vosotros. Tened la osadía de ser santos brillantes, en cuyos ojos y corazones reluzca el amor de Cristo, llevando así luz al mundo. "Vosotros sois la luz del mundo". Dios es vuestro futuro.