Seguramente cuando esta hojita llegue a tus manos, ya habrá pasado la beatificación del Papa Juan Pablo II, que tuvo lugar el 1 de mayo de este año. Para hablar de este gran hombre es insuficiente todo espacio, mas trataremos de hacerlo en estas breves líneas.
Días previos a su beatificación, la expectativa de todo el mundo era grande, se organizaron numerosas peregrinaciones hacia el lugar central que era la misma ciudad del Vaticano, donde su Santidad Benedicto XVI sería el encargado de beatificar nada más y nada menos que a su predecesor Juan Pablo II. Los datos nos indican que después de ocho siglos sucede un caso así.
Karol Józef Wojtyla, está en la memoria de muchas generaciones debido a su largo pontificado de 27 años, se puede constatar que padres cristianos han transmitido la fe que nuestro beato irradiaba, ese gran amor que tuvo en vida a niños, jóvenes , adultos y ancianos, nunca tuvo acepción de personas, rompía todo protocolo si era necesario para dar un abrazo, una palabra, una sonrisa, un gesto de amabilidad a cualquier persona, era como si él siempre hubiese intuido que alguien necesitaba tenerlo cerca, aunque sólo hubiese sido para darle una mirada. Y es que nuestro buen Papa estaba lleno de Dios, porque la intensa entrega que tenía en la oración ininterrumpida en ese diálogo de tú a tú con el Señor, le dieron fortaleza para su diario vivir, y también para los buenos e ingratos momentos que tuvo que pasar en su vida y pontificado.
Benedicto XVI dice de él: “Desde niño, Karol Wojtyla encontró la cruz a lo largo de su camino, en su familia y en su pueblo. Pronto decidió cargarla con Jesús, siguiendo sus huellas. Quiso ser su fiel servidor hasta acoger la llamada al sacerdocio como don y compromiso de toda la vida. Con Él vivió y con Él quiso también morir. Y todo ello a través de la singular mediación de María Santísima, Madre de la Iglesia, Madre del Redentor, asociada de forma íntima y efectiva a su misterio salvífico de muerte y resurrección.”
En las imágenes de la beatificación pudimos advertir y constatar que Juan Pablo II es el “santo de todos”, con qué cariño, devoción y reverencia la gente se acercaba al féretro que se encontraba dentro la Basílica Vaticana. La presencia una vez más de autoridades políticas y civiles tal como sucedió en el día de su sepelio, nos confirma que él dejó una gran huella impresa en el corazón de todas estas personas.
En la homilía que el Santo Padre dirigió a la multitud congregada en la sede de Pedro, pudimos verlo visiblemente emocionado. “Seis años han pasado desde la subida al cielo de Juan Pablo II. El dolor por su pérdida, era profundo, pero más grande todavía era el sentido de una inmensa gracia que envolvía a Roma y al mundo entero, gracia que era fruto de toda la vida de mi amado predecesor y, especialmente, de su testimonio en el sufrimiento”. Nos decía al inicio de su homilía. Otras palabras sobresalientes fueron éstas: “Con su testimonio de fe, de amor y de valor apostólico, acompañado de una gran humanidad, este hijo ejemplar de la nación polaca ayudó a los cristianos de todo el mundo a no tener miedo de llamarse cristianos, de hablar del Evangelio”. “Karol Wojtyla subió al Solio de Pedro llevando la profunda reflexión sobre la confrontación entre el marxismo y el cristianismo, centrada en el hombre. Su mensaje: el hombre es el camino de la Iglesia, y Cristo es el camino del hombre”. El papa dio las gracias a Dios por la experiencia personal que le concedió de colaborar con su antecesor durante mucho tiempo. “Ya antes había tenido ocasión de conocerlo y de estimarlo, pero desde 1982, cuando lo llamó a Roma como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, durante 23 años pudo estar cerca de él y venerar cada vez más su persona, aseguró que su profundidad espiritual y la riqueza de sus intuiciones sostenían su servicio.
Por último destacamos las emotivas palabras que dirigió Benedicto XVI a todos los que estábamos presentes física o espiritualmente en aquella inolvidable Eucaristía. “¡Dichoso tú, amado Papa Juan Pablo, porque has creído! Te rogamos que continúes sosteniendo desde el cielo la fe del pueblo de Dios. ¡Tantas veces nos has bendecido desde esta Plaza! Hoy, te rogamos: Santo Padre, bendícenos. Amén.
Desde “Semillas” queremos dar inmensas gracias a Dios por la beatificación de nuestro amado Papa Juan Pablo II, esperamos muy pronto el milagro tan esperado para su próxima canonización.