Cuarenta días después del nacimiento de Jesús , María y José llevaron al Niño al Templo, a fin de presentarlo al Señor según la ley de Moisés ( Cf. Ex 13,13) y María se sometió a la purificación de las jóvenes que habían dado a luz(Cf. Lv 12,6 – 8).
Un anciano llamado Simeón acudió al encuentro de Jesús, saludándolo como “ luz de las naciones” ( El cántico de Simeón se reza todos los días en las completas) . El encuentro de Simeón con el Señor simboliza el encuentro del Señor con el pueblo.
Los diversos aspectos de este suceso han configurado la fiesta de este día que cierra la solemnidad de la Encarnación.
Al recordar la purificación de María, pedimos al Señor que podamos “ser presentados delante de él con el alma limpia”.
El Espíritu Santo impulsa a Simeón y Ana que acuden al Templo e iluminados por este mismo Espíritu Santo conocen al Señor y lo proclaman con alegría.
En nuestros días ¿Quién espera ver a Cristo? porque vino la luz al
mundo y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, esta palabra
es muy actual, en el proceso de secularismo en el cual muchos hombres
piensan y viven “como si Dios no existiera”.
La asistencia a la misa dominical en nuestras parroquias se
caracteriza porque la mayoría de las personas son mayores, es de notar la
falta de jóvenes, es muy raro ver algún joven presente, igualmente no se
ven niños.
Tanto amó Dios a los hombres que entrego a su hijo a la muerte
por ellos y una muerte de cruz, solo éste que es el verdadero amor hace feliz
a todo hombre que cree, lo acepta y recibe como Simeón. La luz que
ilumina toda nuestra vida(Jesucristo luz de las naciones), da sentido
a todos nuestros sufrimientos, angustias, incomprensiones, enfermedades,
vejez y muerte; éste es el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo,
el que rompe toda división y crea la verdadera unidad, la fraternidad,
la comunión que se da en La Iglesia Católica. Luz de las naciones.
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