jueves, 2 de junio de 2011

RECOMPENSA – ESPERANZA

La Iglesia con su sabiduría de siglos, ha querido recoger en una única celebración la fiesta de todos aquellos hermanos nuestros – conocidos y anónimos- que gozan de la salvación de Dios en el cielo. La solemnidad de Todos los Santos se caracteriza por el tono gozoso y festivo de la Iglesia peregrina, porque estos “mejores hijos de la Iglesia” son nuestro ejemplo y nuestra ayuda, y han alcanzado aquello que nosotros esperamos obtener.
Convendría que en este día tomáramos conciencia de la necesidad de ser santos, de mejorar nuestra vida y animarnos a entrar por la senda estrecha que Cristo nos propone en su evangelio. Es lo que en este día nos recuerdan y señalan los Santos, nuestros hermanos mayores. Pidamos hoy y siempre ayuda a esta multitud de bienaventurados, que intercedan por nosotros ante Cristo y podamos llegar a la meta de la santidad que es la razón fundamental de nuestra existencia, lo que nos hará verdaderamente felices.
La celebración del día de los difuntos nos recuerda que somos peregrinos, que vamos caminando hacia el destino como “ciudadanos del cielo” , que no tenemos aquí morada permanente, sino que estamos destinados a una vida definitiva y mucho mejor.
Dios nos ha creado para la vida. Lo mismo que la cruz de Cristo no fue el final, sino el paso a la nueva existencia gloriosa.
En cada Eucaristía recordamos a los difuntos y no sólo hoy. La mejor oración que podemos elevar por los difuntos es la Eucaristía, memorial de la muerte y resurrección de Jesucristo.

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