viernes, 3 de junio de 2011

Las sucesivas conversiones

El día 9 de marzo, con el rito de la imposición de la ceniza, comenzamos el tiempo de la Cuaresma: tiempo de penitencia, de purificación, de conversión.
En la vida del cristiano la primera conversión es importante, pero más importante aún, y más difíciles son las sucesivas conversiones. Pero no hay que temer, contamos con la gracia divina que jamás nos faltará si de nuestra parte invocamos al Señor. Dice Dios por boca del salmista: “si acudís a mí, yo os escucharé” (Sal 90, 15).
Nos oye el Señor, para intervenir, para meterse en nuestra vida, para librarnos del mal, y llenarnos de bien, “lo libraré y lo glorificaré” (Sal 90, 15)... La esperanza de esta glorificación acentúa nuestra fe y estimula nuestra caridad. De este modo las tres virtudes teologales (fe, esperanza y caridad) se han puesto en movimiento.
¿Qué mejor manera de comenzar la Cuaresma? Renovamos la fe, la esperanza y la caridad. Esta es la fuente del espíritu de penitencia, del deseo de purificación. La Cuaresma no es solo una ocasión para intensificar nuestras prácticas externas de mortificación: si pensamos que es sólo es eso, se nos escaparía su hondo sentido en la vida cristiana, porque esos actos externos son –repito- fruto de la fe, esperanza y del amor.
(San Josemaría Escrivá de Balaguer)

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