jueves, 9 de junio de 2011

La semilla que crece(Marcos 4, 26-34)

Grandes y profundos son los misterios que enseñabas a la gente a través de las parábolas, Jesús. A primera vista no sabía a qué te referías, pero ahora me lo has revelado más claro. La Iglesia, de hecho, es como ese grano que cae en la tierra. Basta repasar su historia para darse cuenta del progreso y del crecimiento que ha experimentado. Como toda obra, tuvo un inicio pequeño, discreto, casi mínimo.

Aquel grupo de doce rudos pescadores y unas cuantas mujeres, esa semilla diminuta, ha llegado a ser un árbol frondoso en donde las aves del cielo anidan a su sombra. En efecto, la Iglesia es ese árbol frondoso que extiende sus ramas para acogernos con maternal cariño, un árbol frondoso en donde podemos refugiarnos de las asechanzas de Satanás.

Pero me parece que sería muy ingrato contigo, Jesús, si permaneciera en la indiferencia y ociosidad. Porque tú “estableciste en este mundo tu Iglesia santa, comunidad de fe, esperanza y amor, como un organismo visible. La mantienes aún sin cesar para comunicar por medio de ella a todos la verdad y la gracia". Ahora me toca corresponder a este don inmerecido. Empezaré por conocerla más a fondo, pues nadie ama lo que no conoce. Te pido tu gracia y tu luz para que conociéndola cada día más la llegue a amar con verdadera pasión.

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